jueves, 5 de noviembre de 2009

Panorama político: Plan de ExKlusión


El gobierno nacional del kirchnerismo parece estar actuando como un verdadero bombero loco, ya que frente al fuego de un incendio que se extiende por el país procura apagarlo echando más y más nafta. Lo que a primera vista se nos aparece como una andanada de iniciativas, sean por ejemplo la extensión de los superpoderes, la nueva ley de medios, el Presupuesto nacional 2010, la reforma política o la asignación por hijo, más que un sorprendente reverdecer político de los K en realidad constituye la desesperada tentativa de responder a una situación global que se les desmadra. Con la soberbia que los ha caracterizado siempre, y casi como queriendo ignorar el mar de fondo de crisis y descontento creciente, el matrimonio presidencial está llevando adelante medidas de exclusión no por partida doble sino triple: exclusión social, exclusión sindical y también exclusión política.

Exclusión social

En el marco de una pobreza y una miseria que ya ni los mentirosos números del INDEK alcanzan a ocultar, el gobierno ha puesto en manos de sus intendentes amigos el reciente plan de 100.000 puestos de las cooperativas de trabajo. Brutalmente ha excluido así de participar a decenas de organizaciones sociales y piqueteras que no son oficialistas ni lo serán, pero que genuinamente representan a miles y miles de desocupados, entre ellas nuestro Movimiento Teresa Vive.
Al mismo tiempo, por decreto Cristina ha lanzado la asignación por hijo, que de “universal” tiene poco y nada, con la perversión que significa excluir de poder percibirla a todo aquel que reciba algún plan social. O si acaso quiere cobrarla, que renuncie al plan. ¿Los fondos? Salen de la ANSES, como ya sabrás, o sea que son aportados por los trabajadores y que se deberían destinar a los jubilados y pensionados.
La respuesta no ha tardado, por cierto. Cortes de accesos a la Capital, un fuerte acampe que acaba de arrancar un primer triunfo y nuevas medidas de acción coordinadas son el fruto merecido por su desprecio y su clientelismo.

Exclusión sindical

En el terreno de la vida gremial sucede lo mismo. Respaldándose en las distintas alas de la dirigencia tradicional, la gestión de los Kirchner acentúa su línea de exclusión y de persecución hacia todas las nuevas conducciones combativas o no domesticadas. Sin embargo, lejos de consolidar la dominación de la burocracia sindical, esta política la debilita.
Por arriba, Hugo Moyano y toda la cúpula de la CGT, así como Hugo Yasky y casi toda la cúpula de la CTA, salieron vergonzosamente a cantarle loas a la asignación por hijo. Por abajo, en cambio, desde las bases y con los delegados combativos a la cabeza, recrudecen las reivindicaciones y los conflictos. Entre los trabajadores del Estado, los docentes y el personal de la salud llevan la delantera. ¿Y cómo no van a llevarla si el Presupuesto K 2010 destina un 10 por ciento para pagar deuda externa mientras se han ajustado para abajo las ya magras partidas para la educación y la salud públicas?
Entre los trabajadores privados, los compañeros del subte y de Terrabusi son la vanguardia de muchos otros sectores que están en lucha o se preparan para salir.
Y junto al movimiento obrero, también hay reclamos populares por la inseguridad, de movilizados por Malvinas, de alumnos por sus escuelas, de usuarios contra los tarifazos de servicios públicos, ambientalistas, contra el cierre del Sedronar y muchos otros, todos ellos también excluidos de recibir las soluciones que necesitan.

Exclusión política

Y si vamos al plano de la política, con su nuevo y rimbombante proyecto de reforma el gobierno nacional no promueve otra cosa que exclusión. En un operativo que seduce al radicalismo, así éste no tenga margen para decirlo en voz alta, los que cacareaban ser la “nueva política” se disponen a reconstituir a la fuerza el viejo y fracasado régimen bipartidista PJ-UCR que el pueblo argentino viene rechazando desde diciembre del 2001.
¿Cuál es el propósito fundamental de esta reforma K? Excluir de la participación política a los partidos chicos y muy visiblemente a la izquierda, para reducir lo más posible las alternativas electorales -y de poder- a dos y nada más que dos. Las mismas de siempre. Las que no van más. Las que ya te tienen harto a vos, a nosotros y a millones de hombres y mujeres de una punta a otra de nuestro país.

Exclusión social. Exclusión sindical. Exclusión política. Ninguna de estas medidas antipopulares, antiobreras y antidemocráticas del gobierno son síntomas de su fortaleza, sino más bien de su debilidad ya estructural.
Frente a un país que se les descontrola cada vez más, con este paquete el gobierno y sus socios buscan regimentar la realidad, lograr la “estabilidad”, la “gobernabilidad” capitalista que el establishment les reclama a voz en cuello para transitar los dos años de mandato que aún les restan. No por casualidad el futuro de la Argentina fue el tema de un reciente foro en la universidad norteamericana de Harvard.
Los que gobiernan excluyen. Reprimen. Ajustan. Apelan a gestos fuertes para mostrar consistencia o a sonrisas para inspirar confianza. Pero en el fondo, tienen miedo. Tienen miedo de la clase trabajadora, de los jóvenes, de los hombres y mujeres que acumulan bronca, salen a pelear y buscan cambios de fondo. Pero sobre todo, tienen miedo de que les pase lo que tantas veces ocurre cuando las crisis se agravan y nublan la vista: que los encargados de cumplir el rol de bomberos no se den cuenta y echen más nafta al fuego.

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