viernes, 16 de abril de 2010

Especial Bicentenario: 1810, año de la Revolución contra España

Escribe: Mariano Rosa
Con este artículo presentamos la primera parte de una serie de notas que proponen trazar un relato de nuestra historia nacional alternativo al de la historia oficial con las estériles y unilaterales polémicas entre “liberales” y “revisionistas”. Ambas concepciones no son sino expresiones de una misma visión de clase: la de la burguesía con sus distintas alas o fracciones. Desde Alternativa Socialista queremos plantear una serie de afirmaciones sobre la historia oficial y combatirla como relato del pasado construido como falsa ideología al servicio de la justificación del presente. En ese marco, ubicamos esta entrega inicial sobre Revolución de Mayo y el período posterior....

Partimos de definir que la interpretación de la historia con carácter científico es una tarea de primerísima importancia en la actividad política para los revolucionarios. Trotsky decía que “exponer a los oprimidos la verdad sobre la situación es abrirles el camino de la revolución”. La lucha ideológica detrás de la construcción del relato de la historia es parte de esa perspectiva que señala Trotsky...


En ese sentido, entendemos que el análisis de la Revolución de Mayo y sus etapas posteriores hasta el Bicentenario próximo debe contemplar: el marco de situación mundial del desarrollo capitalista; el desarrollo de las fuerzas productivas durante cada momento histórico; las relaciones entre las clases y sus diversos sectores; y por supuesto, su expresión en el terreno político, institucional e ideológico. Con estas primeras delimitaciones vamos a empezar por precisar el contexto de finales del siglo XVIII y principios del XIX, junto a dos puntos de referencia como antecedentes de la lucha independentista de Mayo

La crisis del imperio español y las rebeliones de Tupac-Amaru y Haití


Como telón de fondo a la Revolución de Mayo hay que ubicar la crisis que atravesaba el imperio español. Y no se trataba de una crisis en términos de decadencia económica, sino más bien, de una contradicción entre el desarrollo capitalista concentrado en algunas zonas del imperio español en América y el carácter monárquico-feudal de su sistema político y su superestructura institucional. En concreto: zonas como Venezuela o el propio Virreinato del Río de la Plata, atravesaron un desarrollo capitalista previo que dio origen a una burguesía local que chocó en sus intereses específicos de clase con el imperio de España. Por eso, no es casualidad la simultaneidad del proceso revolucionario a escala continental y que dos epicentros de la lucha antiimperialista fueran Venezuela (con Bolívar como referencia) y el Virreinato del Río de la Plata. En las dos regiones, las burguesías criollas entraron en contradicción con la monarquía española y pecharon por establecer relaciones directas con el mercado capitalista mundial en construcción, sin la mediación de la Corona. Esta causa está en la base del proceso revolucionario. Confluyeron intereses de distintos sectores burgueses locales que configuraron un bloque o frente único antiespañol. Rápidamente, después de 1810, los distintos proyectos de esa burguesía darían lugar a tensiones resueltas a favor de la facción comercial porteña y cuyo destino estaba atado a la ciudad-puerto y su clave económica: la Aduana.
Por otra parte, la revolución continental que empieza el 25 de Mayo en Buenos Aires, reconoce por lo menos 3 antecedentes: la rebelión de jefe inca Tupac-Amaru en 1780 contra la opresión española sobre los originarios; la revolución de los esclavos negros haitianos contra la dominación francesa que lideró el Loverture (a su vez negro y esclavo) y el levantamiento de 1809 en Chuquisaca. Así, el clima americano iba preparando la caída de la Corona precipitada por la entrada de Napoleón en España y el apresamiento del rey Fernando VII.

La lucha entre burgueses reformistas y revolucionarios al interior de Mayo
La historia oficial presenta la Revolución de Mayo como un proceso homogéneo y sin tensiones internas. La realidad fue muy distinta. La lucha al interior del bloque antiespañol destacó distintas facciones o alas, que representaban proyectos económico-políticos distintos de la burguesía criolla. Un ala pechaba por la “coexistencia pacífica” con el imperio a través de una suerte de plan de reformas parciales en la administración del Virreinato que mantuviera la esencia de la estructura capitalista virreinal. Otra ala, jacobina o “revolucionaria”, planteaba una transformación más profunda que integrara esta parte del mundo al esquema del mercado mundial sin la mediación de la Corona española. La primera facción, estaba representada en la superestructura política por Cornelio Saavedra y expresaba económicamente los intereses de comerciantes ganaderos que tenían fluidos negocios con el Alto Perú cuya actividad económica, la minería, se hallaba en franco retroceso. El otro sector, encabezado por Mariano Moreno y que integraba a las personalidades más radicalizadas del proceso (Castelli y Monteagudo, entre otros), aspiraba a la ruptura total con España, y la implantación de libre comercio con las potencias extranjeras desde una posición independiente. Intentó reflejar al sector pujante de la burguesía comercial que veía en las relaciones económicas con las potencias capitalistas en desarrollo como Francia y especialmente Inglaterra, una oportunidad de “zafar” del pesado enchalecamiento español. La pelea al interior del proceso, fue finalmente marginando a los sectores más radicalizados y la burguesía iría moderando sus posiciones y finalmente el sector más pro-inglés de los comerciantes criollos ganaría la pulseada con Rivadavia a la cabeza. La historia terminaría con declaración formal de la Independencia en 1816, pero con un país que se empezaba a configurar como semicolonia británica y que no encontraría en ningún sector de la burguesía un proyecto independiente y con perfil propio con peso suficiente para imponerse . Los que de alguna manera lucharon por esa salida, fueron rápidamente sacados de escena: Moreno (muerto misteriosamente en alta mar); Castelli (el “orador jacobino”, muerto y marginado) y el propio Monteagudo.

El rosismo sienta las bases del capitalismo semicolonial
La etapa que se inicia con el ascenso de Rosas al poder ha sido presentada por la historia oficial según dos visiones: la de los liberales anti-rosistas (Mitre y Levene, entre otros), y la de los revisionistas pro-rosistas. Los primeros señalan el carácter “bárbaro” y semifeudal atrasado de Rosas, insistiendo en sus rasgos “tiránicos”. Los revisionistas, destacan el supuesto carácter nacionalista y “patriota” del estanciero bonaerense. Las dos visiones son parciales, superficiales y anticien-tíficas y burguesas. El rosismo expresa un momento determinado de desarrollo preparatorio capitalista en Argentina. El país no estaba unificado como “mercado” único y por lo tanto, había tantos mercados como regiones como así también burguesías locales. El rosismo expresa a los estancieros más poderosos del país y que concentraron la propiedad de la industria del saladero y la venta de cueros al exterior, como lo más avanzado en términos productivos de la época y lo más rentable. Pero, modelaron un esquema que dejó afuera a diversos sectores burgueses y sobre todo, a los estancieros del Litoral con los que competía de forma desleal controlando de forma exclusiva la Aduana y el puerto de Buenos Aires. Fue un período de desarrollo desigual que entró en crisis al colisionar con los intereses de las otras fracciones burguesas. También, chocó con el sector de la burguesía intermediaria enfrentada a los estancieros exportadores. Unos querían el librecambio total y la no imposición de gravámenes a los artículos importados. Los otros (exportadores) centraban su interés en el comercio exterior y la protección relativa de las economías del interior. Pero, cuidado: Rosas pactó con el capital inglés sistemáticamente y fue totalmente funcional según su interés económico coyuntural. Por eso, ni revisionistas, ni liberales ofrecen una visión científica de este período ni de ninguno.

La Argentina capitalista asume forma definida
 
Entre 1850 y 1880 la Argentina ya presenta sus rasgos básicos en términos de estructura económica: la ganadería como motor fundamental a nivel de las fuerzas productivas y la aparición de las clases modernas (terratenientes, chacareros, burguesía industrial y asalariados). Los terratenientes van encontrando en figuras políticas como Mitre y Roca, sus arietes para completar tareas tales como la aniquilación de los pueblos originarios para incorporar la totalidad del territorio hasta Tierra del Fuego a la producción y propiedad privada capitalista. La integración de Argentina a la división internacional del trabajo se completaba y quedaba claro el carácter dependiente y cipayo de todas las fracciones de la burguesía incapaz de consumar la tarea básica de la revolución democrático-burguesa, a saber: el desarrollo industrial autónomo e independiente.

El Bicentenario como lucha ideológico-política anticapitalista y por la segunda independencia
Ya decíamos en otra parte de este artículo que la historia como relato de lo pasado es un terreno de disputa política crucial. El Bicentenario (como antes el Centenario) pretende ser utilizado por la burguesía gobernante para convalidar el sistema capitalista y el régimen político que lo administra. Los Kirchner y todo el arco político patronal está abocado a esa tarea. Los socialistas tenemos que terciar en esa polémica y clarificar lo que pasó para desnudar el carácter impotente de la burguesía Argentina para llevar adelante la tareas de la independencia nacional más elementales: la ruptura con el endeudamiento externo; la recuperación de los recursos naturales; la defensa soberana del territorio (veáse Malvinas sino); la lucha contra la extranjerización de la tierra, etc. Todas estas tareas son parte del programa socialista como parte del programa más integral anticapitalista y por la revolución en nuestro país y el mundo. Por eso, es una tarea central que tenemos por delante llevar esta visión de la historia a los luchadores del movimiento obrero, del estudiantado y los sectores populares. Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir…

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