En la ciudad de Toronto, Canadá, se realizó una nueva reunión del G20. En absoluta contraposición con la crisis, los asistentes gozaron de un evento lleno de lujos cuya organización costó 1.240 millones de dólares. Lo hicieron tomando enormes medidas de seguridad que, a pesar de su magnitud, no pudieron impedir que miles de manifestantes salieran a las calles y se enfrentaran a la policía como repudio a la cumbre.
Los gobernantes se juntaron para intentar apuntalar lo que llaman una mejoría de la economía mundial “frágil y vulnerable”. Sostienen que hay una recuperación de tres velocidades diferenciadas, en el siguiente orden: Asia, EE.UU. y por último Europa. Sin embargo, en Asia hay serios problemas y hasta su “estrella” China está cruzada por una oleada de huelgas obreras contra las consecuencias de la crisis; Obama ya avisó que su país no va a ser el motor de la economía global y los gobiernos europeos están sumidos en una crisis que amenaza con extenderse. En realidad, tomando la economía capitalista de conjunto, lo que hay es una continuidad de la crisis.
Cuando estalló la crisis del 2008 con epicentro en EE.UU., los gobiernos imperialistas salvaron a los bancos gastando millones y millones de dólares y de euros sacados de las arcas públicas, esto fue lo que decidieron en la reunión anterior realizada en Pittsburgh. Esto les provocó enormes déficit fiscales que ahora quieren equilibrar. ¿Cómo quieren hacerlo? Con brutales ajustes y recortes de conquistas obreras y sociales. Esto es lo que debatió la reunión del G 20 en Toronto. Ahora quieren equilibrar los presupuesto, reducir el déficit a la mitad para el 2013 y volver a sacar plata de los bolsillos de los de abajo.
A grandes rasgos, polemizaron dos sectores: el imperialismo europeo y el imperialismo yanqui. Los europeos defendiendo el ajuste que están aplicando y su profundización. Los yanquis argumentaron que lo mejor es seguir apuntalando la economía cuando sea necesario. Más allá de los debates, la reunión terminó con una declaración consensuada aceptando la “consolidación fiscal” pero “con crecimiento”, recortando gastos a su propio ritmo, con políticas “diferenciadas y ancladas”, “a la medida de las circunstancias”. Ante la crisis, fue un pronunciamiento dejando abierto que cada uno haga lo que quiera…y lo que pueda.
En este debate, Cristina se alineó con el imperialismo yanqui y hasta tuvo un intercambio de opiniones con el presidente francés Sarkozy, hablando contra el ajuste clásico y las recetas del FMI. Más allá del palabrerío K, la realidad es que la Argentina también firmó el documento. Los K toman distancia de los que hablen de ajustar, pero lo hacen sólo de pico, ya que aplican el ajuste de los ajustes: pagar la fraudulenta deuda externa a costa de recortar inversiones en salud, educación, vivienda y en las necesidades de los más pobres. Ajustar también es usar vía la Anses, los fondos que los jubilados necesitan, asfixiar a las provincias y municipios, usar las reservas del pueblo para su propia caja. Si no ajustaron más aún no es porque no quieren, sino porque no pueden hacerlo sin generar grandes conflictos sociales. En el gobierno saben que si hay ajuste el Frente Para la Victoria se va a alejar de sus objetivos para el 2011 y, lo más importante, saben que si hay paquetazo puede haber otro Argentinazo. La oposición patronal argentina pide a gritos ajuste clásico, Cristina lo rechaza…para seguir con el ajuste inflacionario y el que pueda aplicar. Todos están a favor de la madre de todos los ajustes: seguir pagando la deuda externa.
El ajuste clásico con miles de despidos, rebaja salarial, ataque a las conquistas sociales y otras brutalidades es repudiable. Pero también lo es el ajuste inflacionario. Según los datos disponibles, en el primer trimestre del año hubo una fuerte aceleración de los precios, que en alguna medida amenguó durante abril y mayo y vuelve a acelerarse ahora. No es casualidad, Moreno y los K están autorizando aumentos de precios aprovechando que el centro de la atención está en el desarrollo del Mundial.
Sin embargo, para el bolsillo del pueblo trabajador no hay Mundial que valga. Los aumentos pueden tener mayor o menor repercusión mediática, pero las compras no mienten. Son inapelables y se hacen todas las semanas. Y en ellas se ve que todo aumenta, que todo sube y que los salarios no alcanzan. Se ve que los números del INDEC son totalmente falsos y que los salarios son constantemente carcomidos por las subas de precios. Sube la nafta, suben los alimentos básicos, suben los servicios, sube todo. Este es el ajuste K, ajuste inflacionario que pagamos los trabajadores y los desocupados, cada vez se hace más difícil parar la olla y llegar a fin de mes. Es verdad que en Europa hay un ajuste clásico y brutal en curso, crecientemente resistido por las huelgas obreras y populares. Es mentira que en la Argentina no hay ajuste, hay ajuste inflacionario. Y Moyano y los amigos del gobierno hacen todo lo posible para que los aumentos no lleguen a cubrir lo que la inflación nos saca. La CGT piensa más en un plan estratégico con las patronales de la UIA que en las necesidades de los trabajadores.
Para proteger los bolsillos de la familia trabajadora, hay que tomar medidas firmes: aumentar los salarios, las jubilaciones y pensiones de manera que alcancen para cubrir los costos de la canasta familiar, que sean automáticamente reajustables cada tres meses de acuerdo al índice inflacionario real; aumentar los planes sociales; eliminar el IVA de los alimentos básicos; efectuar un férreo control de precios castigando severamente a los que aumentan y a los especuladores; distribuir alimentos entre los más necesitados; como algunas de las medidas inmediatas a ser tomadas. Pero desde el MST – Nueva Izquierda creemos que hay que ir más allá: hay que dejar de pagar la deuda externa, romper con el FMI y los organismos usurarios internacionales, terminar con los subsidios a las patronales, reestatizar las empresas privatizadas bajo control obrero y recuperar los recursos naturales, como parte de un plan económico de emergencia al servicio de los trabajadores y el pueblo. Para pelear por este programa hay que conformar una alternativa política de los de abajo.